Fuente: El Ágora.cl

Martín Sotomayor viajó a presenciar en vivo y en directo el festival “Rock en Río”, con el pretexto de conocer a fondo el evento para cuando este tenga lugar en Santiago. Raro, porque el recinto no figura como alternativa y, de ser elegido, las productoras son las que se encargan de la organización. Pero además la hizo completa: partió a Brasil acompañado de una funcionaria de nuestro primer coliseo deportivo.

Cuando Martín Sotomayor, actual administrador del Estadio Nacional, se enteró por la prensa de que todo un séquito de personeros del gobierno -encabezados por Mónica Zalaquett, ministra de Turismo-, iniciarían un viaje a Brasil, específicamente a Río de Janeiro, para estudiar la factibilidad de traer al país el mundialmente conocido espectáculo “Rock en Río”, sintió que él tenía tantos merecimientos para formar parte de la comitiva como esos colados del Ministerio de Vivienda, la Intendencia Metropolitana y la Corporación de la Región Metropolitana.

Que los productores del evento jamás hayan pensado hasta aquí en el Estadio Nacional como posible escenario para el mega festival, no amilanó para nada sus deseos. Después de todo -pensó- él lo ha hecho de maravillas en el cargo, y las metidas de pata que ha cometido han sido de tal modo “pelos de la cola”, que ni siquiera han trascendido a la prensa.

¿A quién le ha preocupado, hasta ahora, que los atletas del Alto Rendimiento estén asaz molestos con él por la sobre saturación de la pista de rekortán del coliseo central, donde ahora entra cualquiera?

Martincito, en consecuencia, se dio a la tarea de gestionar su viajecito. Como autoridad, y reconocido rockero, ¿cómo se iba a perder la posibilidad de presenciar “Rock en Río” en vivo y en directo y vibrar con bandas de fama mundial, como Foo Fighters, Red Hot Chili Peppers y Iron Maiden, entre otras?

Que su presencia en la ciudad carioca fuera lo más parecido a encontrar un poroto en una paila marina, o un chorizo en una torta de mil hojas, no le preocupó en lo absoluto. Sus buenas migas con la ministra de Deportes –Pauline Kantor- era su carta más poderosa para subirse al avión.

En cuanto a Sofía Rengifo, directora interina del Instituto Nacional de Deportes (IND), y quien tendría finalmente que visar su viaje, dando el okey para la compra de pasajes y la entrega de los correspondientes viáticos en dólares, era pan comido. La joven y correcta funcionaria sólo estará en el cargo hasta noviembre, cuando se lleve a cabo el concurso de Alta Dirección Pública para llenar el cargo con todas las de la ley, es decir, mediante un concurso más arreglado que mesa de cumpleaños.

En otras palabras, en ningún caso se iba a hacer mala sangre para negar recursos que, finalmente, tampoco salen de su bolsillo. Salen del bolsillo de todos los chilenos.

Los cálculos a Martincito les resultaron de maravillas. El “cometido funcional”, como se le llama en la administración pública al papeleo que hay que realizar para traslados tanto dentro como fuera del país, pasó como por un tubo.

El personal del Estadio Nacional a su cargo, se enteró en la víspera del viaje mediante un mensaje de texto del propio administrador enviado al correo de sus subalternos. Si la sorpresa fue grande, subió varios decibeles luego de enterarse estos que Martín Sotomayor no iría solo a cumplir esta misión, trascendental para el buen funcionamiento del país.

No, señor: viajaría acompañado por Ana Covarrubias, integrada en septiembre del año pasado al “staff” directivo del primer coliseo del país y cuyas funciones dentro del recinto son bastante difusas, por decir lo menos.

Una fuente al interior del recinto nos confidenció que “nos enteramos del viaje del administrador y de Ana Covarrubias a última hora. De haberlo sabido antes, yo por lo menos le habría advertido de la inconveniencia de hacer este viaje. Primero, porque no tiene ningún sentido ni ninguna utilidad. Segundo, porque se puede prestar para todo tipo de interpretaciones”.

Y tan poca o mejor dicho nula utilidad tiene este viaje sin sentido, que el dueño del evento, el productor brasileño Roberto Medina, enterado del interés nacional por ser sede del festival, hasta ahora sólo ha pensado en dos escenarios: el Hangares Suricato (ex aeropuerto de Cerrillos), y el Parque O´Higgins.

Sin embargo, aún en el evento de que “Rock en Río” pudiera explorar la posibilidad de montar la fiesta en el Estadio Nacional, ¿qué monos podría pintar incluso en ese caso Martín Sotomayor?

Se sabe que las productoras, como dueñas de un espectáculo, arriendan un determinado escenario, pero son ellas las que se encargan de definir todos aquellos aspectos que aseguren un festival, recital, concierto o como quiera llamársele, bien organizado y exitoso desde el punto de vista económico.

Después de todo, mecenas de la “cultura” los tipos no son. Filántropos, mucho menos.

En otras palabras, los tipos “arriendan la casa” y ellos deciden aspectos como el escenario, las acomodaciones, precios y venta de boletos, las medidas internas de seguridad, accesos y salidas, entre otros tantos detalles.

En suma, un séquito de funcionarios públicos fue a “Rock en Río” a hacer turismo a costa de todos nosotros, con dineros fiscales.

Pero entre todos los frescos resalta la frescura de Martín Sotomayor, rockero él, que se dio el gustito, con platas de todos nosotros, de presenciar bandas que hasta aquí sólo había podido conocer a través de YouTube.

¿En qué quedó la cacareada austeridad que pregona el gobierno de los tiempos mejores? ¿Dónde la necesidad de ajustarse el cinturón frente a la conjura internacional que amenaza con vulnerar nuestra plácida y tranquila vida de Bilz y Pap?

A lo mejor escribimos esto de puro “reclamones”, de eternos inconformistas y permanentes mal agradecidos de los desvelos de quienes nos gobiernan.

El pasado sábado se confirmó que “Rock en Río” efectivamente tendrá lugar en el país, a fines de 2021, y en televisión este domingo pudimos ver miles de personas que salían a manifestarse a las calles, a través de todo Chile.

Ingenuo yo, pensé que era la justa alegría de un pueblo que aprecia la “cultura” y sabe reconocer a sus gobernantes cuando se preocupan por hacerla llegar al pueblo. Perdón, a la gente.

Pero me sacaron pronto de mi profundo error. Eran miles marchando a través del país, choreados de que el Mercedes Benz que les entregó José Piñera haya salido más charcha que la más destartalada de las citrolas. Es decir, eran esos pelmazos que siguen con la cantinela de No + AFP, en lugar de estar agradecidos con esos administradores de los fondos de pensión que tan bien los tratan.

Ese mismo amigo, que me aclaró lo que en realidad estaba pasando, me agregó una frase tan sarcástica como certera:

¿Vo´ creís que traer al país Rock en Río el 2021, o sea, en año de elecciones presidenciales, es gratuito o casual? No, gil. Es el “pan y circo” al que han echado mano todos los gobiernos post dictadura para embolinarnos la perdiz”.

No supe, en realidad, qué contestarle. Me dejó mudo con su aplastante lógica popular. Tanto, que apenas atiné a gritarle:

“Tamos de acuerdo, pero si esa manga de frescos del gobierno quiere viajar y hacer turismo, ¡que se lo paguen ellos…!”.