Las mujeres de todo el mundo desean y merecen un futuro igualitario sin estigma, estereotipos ni violencia, que promueva la igualdad de derechos y oportunidades para todas las personas.

A fin de lograr este objetivo, el mundo necesita mujeres en todas las mesas en las que se tomen decisiones.

Como ANFUCHID queremos contribuir a eliminar las brechas que no promuevan la igualdad de derechos de las trabajadoras y trabajadores del Servicio.

Con el puño en el alto y el pañuelo morado queremos visibilizar todas injusticias que viven nuestras compañeras por el hecho de ser mujeres.

Al rememorar la historia del feminismo en nuestro país, nos queda claro que este desafío sin duda no ha sido fácil, pero ha permitido que hoy exista un proceso constituyente con paridad de género.

El camino inició con las primeras directoras de periódicos femeninos, como Lucrecia Undurraga y con las directoras de liceos femeninos, como Isabel Le Brun y Antonia Tarragó. Ellas fueron quienes presionaron por la promulgación del “Decreto Amunátegui” que en 1877, permitiría a las mujeres acceder a la universidad.

Atrás quedaron los discursos patriarcales que catalogaron al género femenino como sujetos de “ingenio quebradizo” –es decir, prácticamente tontas–, como lo hizo Fray Luis de León en el siglo XVI, o los del siglo XIX, donde nos consignarían como “irracionales” y de “naturaleza nerviosa”, consagrando nuestra supuesta disposición a la sensibilidad y a la “excitación excesiva”. 

A nivel de política podemos mencionar, el MEMCH (Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile), bajo el liderazgo de mujeres intelectualmente brillantes como Elena Caffarena. Este sería determinante en la obtención del derecho a voto femenino, en 1949, para las elecciones presidenciales y parlamentarias. Desde entonces han sido muchas las mujeres que, combinando activismo y reflexión profunda –como Julieta Kirkwood–, han contribuido a la tan anhelada igualdad de género en Chile. La diversidad de feminismos del presente y del pasado contribuye y ha contribuido a la construcción de una sociedad en la que todas y todos nos sintamos incluidos.

Para conseguir el cambio y la comprensión del concepto feminismo,  que no busca “eliminar al hombre”, si no que eliminar las brechas de desigualdad y nula equidad en el acceso a las oportunidades y derechos, es que les compartimos el siguiente GLOSARIO: 

1. Body shaming

Traducido como “avergonzar al cuerpo”. Según el diccionario de Cambridge, el body shaming corresponde a las críticas que se hacen a una persona basándose en la forma, talla o apariencia de su cuerpo.

Esto ocurre especialmente cuando el tipo de cuerpo de una mujer no se adecúa a los estereotipos y tiene sobrepeso, celulitis, acné, etc.

El body shaming tiene muchas expresiones. La más común y fácil de identificar son los comentarios crueles a través de redes sociales, resaltando negativamente los aspectos diferentes del físico de una persona.

Como una reacción a esto nació el body positive (positividad corporal), movimiento que busca que aceptemos los distintos tipos de cuerpos y dejemos de avergonzar a aquellos que no se rigen por la norma.

2. Brecha de género

Corresponde a las diferencias entre hombres y mujeres en determinadas variables, como la remuneración laboral o el acceso a determinados derechos. Al hablar de brecha, estamos identificando que el género femenino se encuentra en desventaja respecto al masculino.

El término fue acuñado por la feminista estadounidense Eleanor Smeal en 1980. Smeal lo usó para referirse a las diferencias en el voto de hombres y mujeres en norteamérica.

La brecha de género ha adquirido tanto peso como un problema a solucionar, que el Foro Económico Mundial elabora año a año desde 2006 el Global Gender Gap Report, en el cual se mide la igualdad y desigualdad de género en cada país.

3. Consentimiento

Es la expresión de acuerdo emitida por una persona que indica que desea tener relaciones sexuales con otra: esta debe ser enunciada antes y durante el acto. Es una parte esencial de todos los intercambios de índole sexual, ya que sin consentimiento es una agresión sexual o violación.

El tema estuvo en la palestra a fines de 2018 en Chile por un anteproyecto de reforma al Código Penal que proponía, entre otras cosas, bajar la edad de consentimiento sexual de 14 a 12 años, y distinguir entre los tipos de violación, lo que fue leído por organizaciones feministas como cargar la responsabilidad al grado de resistencia que opone la víctima.

La respuesta de la sociedad civil fue fuerte y clara: “sin consentimiento es violación”, dijeron agrupaciones y mujeres de diversos sectores políticos, argumentando que muchas mujeres no son capaces de resistirse físicamente a una agresión por temor.

4. Cosificación

Consiste en la tendencia a tratar, ya sea consciente o inconscientemente, los cuerpos de las mujeres como si fueran objetos sexuales.

Está presente en varios ámbitos de la sociedad, como la televisión, la publicidad y los deportes. Pero no sólo ahí. Incluso en aspectos más cotidianos los hombres cosifican a las mujeres. Ejemplo de ello es lo que ocurre con el acoso callejero, cuando un hombre aborda a una mujer desconocida sólo para resaltar aspectos de su físico.

5. Cultura de la violación

Término utilizado por primera vez durante la segunda ola del feminismo en 1970. Por él se entiende que la violación es un problema social que es normalizado gracias a conductas como la cosificación y otros problemas de género.

La cultura de la violación se expresa en actitudes como culpar a la víctima por usar determinado tipo de ropa -minifaldas, escotes- o realizar cierto tipo de acciones -beber alcohol, bailar, etc.-, e incluso por no prestar la suficiente resistencia a una agresión.

También está presente en la minimización del daño que sufren las víctimas, guiándose por estereotipos de violaciones violentas que incluyan penetración y otras agresiones violentas.

6. Deconstrucción

En términos muy simples y desde la mirada feminista, este concepto -desarrollado principalmente por el filósofo Jacques Derridá- consiste en un ejercicio de análisis personal de cada persona por identificar y desaprender las creencias y conductas patriarcales a las que ha estado expuesta toda su vida a través de su interacción con la cultura.

7. Feminicidio

Crimen de odio entendido como el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, se considera una de las expresiones más crudas de la violencia de género. En Chile, la ley tipifica el “femicidio” como “el homicidio cometido contra la mujer que es o ha sido cónyuge o conviviente del autor del crimen”, y de este modo, circunscribe el delito al ámbito de las relaciones sentimentales. 

Sin embargo, distinta instancias internacionales como la Declaración sobre el Femicidio del Mecanismo de Seguimiento Convención Belém Do Pará (MESECVI) lo entiende como la muerte violenta por razones de género, ya sea que tenga lugar dentro de la familia, unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, en la comunidad o por parte de cualquier persona. La definición se extiende debido a que se hace alusión a cualquier varón motivado por tener un sentido de derecho o propiedades sobre las mujeres.

La RAE también incorporó el “feminicidio” dentro de su diccionario como “el asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia”. Durante los últimos años, las sucesivas muertes de mujeres han dado origen a marchas masivas de rechazo, y al nacimiento de movimientos como “Ni Una Menos”. 

8. Heteronormatividad

La heteronorma es el sistema que lleva a algunas personas a creer que los seres humanos están predeterminados a la heterosexualidad y a poseer las características típicas de cada género.

Esto afecta no sólo a la comunidad LGBTIQ, sino también a quienes se definen como heterosexuales, ya que de ellos se espera que actúen de acuerdo a todas las normas de su género, las que no sólo incluyen la sexualidad.

Ejemplos de ello -y de cómo afecta a las mujeres- se encuentran desde cosas tan cotidianas como su forma de vestir -con pantalones u otras prendas típicas del género masculino- hasta el rol de madres que se espera que cumplan dentro de una familia, con características como la “entrega incondicional”.

En los hogares, la heteronorma también se expresa en las tareas que se asignan al padre y a la madre: mientras el primero es el proveedor, de la segunda se espera que realice labores de orden, limpieza y crianza.

9. Lesbofobia/Transfobia

Ambos son manifestaciones de la heteronormatividad y corresponden a los sentimientos de odio e intolerancia debido a la orientación sexual o identidad y expresión de género.

En el caso del primero, consiste en la discriminación hacia las mujeres que experimentan los sentimientos de amor o atracción sexual hacia otras mujeres, tanto como individuos, parejas o grupos sociales. Entre ellos se encuentran las bromas, chistes, prohibición de expresiones como besos, caricias y darse la mano en el espacio público, la imposibilidad de contraer matrimonio, y expresiones más crudas como violaciones “correctivas” y homicidios.

Del mismo modo, la transfobia corresponde a la discriminación hacia las personas transgénero bajo la creencia de que su identidad y expresión de género debieran ajustarse a los mandatos sociales en torno a su sexo biológico. Este grupo experimenta situaciones como el no respeto a su nombre social, constantes discriminaciones y burlas que derivan en el abandono de espacios de estudio y trabajo, un exceso de requisitos para cambiar su identidad de forma legal, y también delitos como violaciones y homicidios.

10. Mansplaining

Expresión que describe una situación en la que un hombre, con actitud paternalista, le explica algo a una mujer asumiendo que los conocimientos que ella tiene sobre el tema son inferiores o no son válidos, sólo por el hecho de ser mujer.

No es claro cuál es su origen, pero el concepto fue ampliamente desarrollado por la escritora Rebecca Solnit en su ensayo “Men Explain Things to Me” (Los hombres me explican cosas), en el que cuenta una anécdota sobre un hombre que se le acercó en una fiesta y le intentó explicar uno de sus propios libros, sin saber que ella era la autora.

11. Micromachismos

Son muestras de violencia sutiles en la vida cotidiana que suelen pasar desapercibidas y que perpetúan la brecha entre mujeres y hombres.

Entre las más comunes y de las que casi toda mujer ha sido testigo, están las que se viven en un restaurante, cuando al hombre le ponen el alcohol más fuerte sin preguntar, o cuando le pasan la cuenta, también sin preguntar. Algo similar sucede en las discotecas, donde las mujeres pagan menos y hasta entran gratis, reproduciendo el sistema de cazador/presa y tratando a las mujeres como un servicio más del local.

Algo muy usual en Chile es que los hombres saluden a otros hombres con un apretón de manos, mientras que a otras mujeres siempre las saludan con un beso en la mejilla.

Otro micromachismo es el manspreading, que corresponde a la forma de sentarse de algunos hombres en el transporte público con las piernas abiertas, reduciendo e invadiendo el espacio de quien se sienta a su lado.

Estos son sólo algunos ejemplos, pero hay cientos de ellos y se repiten día a día sin que nos demos cuenta.

12. Misoginia

Odio y desprecio hacia las mujeres y, por extensión, a todo lo que esté asociado con los estereotipos tradicionalmente femeninos. Se considera una de las bases de la opresión de las sociedades patriarcales.

Se expresa a través de pensamientos y conductas presentes y aprobadas como normales dentro de nuestra cultura y que se transmiten a través de la socialización, es decir, del aprendizaje a través de la interacción social.

Estas manifestaciones aparecen en distintos ámbitos, como por ejemplo las críticas y sobreexigencias al cuerpo de las mujeres, su vestimenta y comportamientos (modos de sentarse, caminar, etc), ofensas a su forma de vivir su sexualidad, mayor desconfianza hacia sus conocimientos, opiniones y relatos, representaciones en medios que las cosifican de acuerdo al canon masculino y ofensas a lo femenino (“correr/pelear como niña”).

13. Patriarcado

En su sentido literal, significa “gobierno de los padres”. Es una forma de organización social donde la familia es una de las instituciones básicas y la autoridad es ejercida por el varón, quien ocupa el rol de jefe del grupo y dueño del patrimonio, del que forman parte los hijos, la esposa y los bienes.

Prácticamente todas las sociedades a lo largo del tiempo se han ordenado de este modo, y los movimientos feministas consideran que este tipo de orden es el que explica la dominación y supeditación histórica de la mujer frente al hombre.

Sin embargo, el patriarcado no se reduce al ámbito de las relaciones familiares sino que también se extiende a todas las instancias que forman parte de una sociedad determinada, y que apuntan a la relegación de las mujeres al ámbito doméstico, alejadas de la esfera pública y de los espacios de toma de decisiones, mientras que su validación se reduce a su rol como madre. 

Pero además comprende una posición de inferioridad y sometimiento en prácticamente todas las dimensiones, como la sexualidad, relaciones de pareja, justicia, el sistema electoral y legislativo, espacios de trabajo, representaciones en medios de comunicación y expresiones de arte, y distintas agresiones en espacios públicos que van desde el acoso callejero hasta el femicidio, en su expresión más cruda.

14. Sororidad

Solidaridad y alianza entre mujeres para defenderse, apoyarse y luchar contra la discriminación y violencia de género, y todos los problemas compartidos por el hecho de ser mujeres.

La investigadora mexicana Marcela Lagarde es una de las principales impulsoras del uso contemporáneo de este término en el contexto de la lucha feminista, y considera la sororidad como un pacto político entre mujeres cuyo objetivo es vivir la vida con un sentido profundamente libertario.

A fines de diciembre pasado, la Real Academia Española incluyó el término bajo la definición: “Agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres que comparten el mismo ideal y trabajan por alcanzar un mismo objetivo”.